La vida de Lorenzo, al terminar su capilla, se fue apagando como la luz de su candíl. La abandonada capilla sigue en pié. Pero casi nadie recuerda a Ntra. Sra. del Buen Consejo. Y por las noches de viento norte, cuando se oye el triste sonido de la campana, los lugareños se santiguan y dicen ¡La capilla del diablo!